Destaca en esta época el perfeccionamiento técnico de las válvulas y mecanismos de los instrumentos de viento metal, que mejoraron su flexibilidad, especialmente en el registro agudo, cobrando un nuevo protagonismo. El trombón se establece como integrante de la orquesta. También se refuerzan los graves con los nuevos prototipos de tubas. Se añade también el arpa, así como el piccolo, el clarinete bajo, el corno inglés, el contrafagot, la celesta.
El piano aparece ocasionalmente como miembro de la orquesta, no únicamente como solista. La percusión es la sección que más tardará en tomar su forma definitiva, utilizándose instrumentos como las castañuelas y los platos para conseguir diversos efectos sonoros.
El papel de director se independiza definitivamente del primer violín, llegando finalmente a ser considerado un artista por derecho propio, un intérprete cuyo instrumento es la orquesta.
La orquesta experimenta un gran desarrollo, sobre todo gracias a los avances de Hector Berlioz y Richard Wagner. El número de instrumentistas sigue aumentando hasta el siglo XX, lo que obliga a incluir más cuerdas, maderas y percusión, para conseguir un equilibrio tímbrico.
Berlioz, por ejemplo, llegó a componer obras para ser interpretadas por más de 500 músicos. En el siglo XX, los compositores escribieron para orquestas de inmenso tamaño. Gustav Mahler compuso la que se conoce como Sinfonía de los mil por el gran número de ejecutantes que precisa: gran coro y doble orquesta sinfónica.
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